Objetivos de la geometria descriptiva. «Ciencia de la mirada, ciencia del orden, la Geometría está llena de inéditas posibilidades». Difícilmente podríamos encontrar una introducción mejor, para la consideración del papel de la geometría en la formación de un arquitecto, que esta sentida, y hasta poética, afirmación de DOrs.
No es difícil constatar que hoy en día no es un valor en alza lo que exige orden, estructura y valores objetivos. Pero no hay que sorprenderse, pues esa es sencillamente una manifestación más del hecho de que lo bueno y lo bello es raro y no cunde, lo malo y lo feo abunda y es prolífico, como sentenció hace siglos Nicómaco de Alejandría mirando a su alrededor.
Sabemos que no podemos conformarnos con lo fácil, aunque obtenga el aplauso general, pues «la fealdad no sólo corrompe la vista sino también el corazón y la mente», como afirmaba Van de Velde, mirando lo que se construía en su época.
Era una afirmación que llevaba implícita una consideración profunda, que a fin de cuentas formulaba la necesidad de contribuir a mejorar moralmente la sociedad por medio de la belleza de cuanto se construye, conforme a aquella idea que ilusionaba a Cabrero: «hacer buena arquitectura es hacer el bien».
Nuestros alumnos deben poder servir a la sociedad como arquitectos, proporcionando a los demás un «alojamiento agradable y racional, bien distribuido y bien orientado», que, según Oud, es la parte más importante de nuestra tarea. Tenemos una grave responsabilidad, que nos obliga a estudiar cómo hemos de orientar la formación de futuros arquitectos para resolver la cuestión que Van de Velde denunciaba pero no solucionaba.
Alguna pista parecía ofrecer Platón en su Sofista cuando señalaba que «con el arte de la construcción hacemos una casa, y con el arte de la pintura hacemos otra casa, una especie de sueño artificial para los que están despiertos».
Si tanto valor tiene ese sueño, que incluso nos permite anticipar la obra, sería deseable que pudiese ser ya, en sí, una obra de arte. La geometría debe servir para conseguir soñar despiertos.
Han pasado varios años desde que Vagnetti denunciase la necesidad de reflexionar acerca de estos extremos, sin que hasta hoy su advertencia haya servido de mucho.
La enseñanza de la arquitectura sigue necesitando de esa profunda revisión que le devuelva el espíritu perdido, y su prioritario carácter de servicio social frente a la servidumbre que establece la atención a la propia monografía.
Sólo aquello que vuelve la espalda al espíritu conduce a impasses, mientras que lo que nace del espíritu y le sirve abre todos los impasses y lleva a la libertad. Una libertad de la inteligencia que, como destaca Piaget en sus investigaciones, tiene mucho que ver con el orden y la estructura, y con la consideración del carácter social del hombre frente al egocentrismo.
Ese orden estructural se lo proporciona a la arquitectura sobre todo la geometría, que le facilita también el lenguaje con que expresarlo, dado que las figuras geométricas «participan de la vista y tacto, pero también de la razón, el número y la palabra.»Hoy por hoy los arquitectos temen los constituyentes geométricos de las superficies», señalaba Le Corbusier, a pesar de que «los grandes problemas de la construcción moderna tienen que ser solucionados mediante la geometría. (…)
La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes reunidos bajo la luz, y el arquitecto tiene por misión dar vida a las superficies que envuelven esos volúmenes. (…) Por tanto, si «lo esencial de la arquitectura son esferas, conos y cilindros», habremos de concluir necesariamente «que las generatrices de las formas sean básicamente pura geometría».
Reconocer el papel de la geometría como estructuradora de la mente es algo de capital importancia para la arquitectura en los tiempos actuales. Mucho más viendo que el capricho y la anarquía van ganando terreno al orden y la disciplina predicados por los maestros. Porque es más cómodo intelectualmente, y porque ese desorden supone una abierta rebeldía contra lo que parece canónico.
Formulemos votos para que la arquitectura en sus futuros avatares jamás olvide el «Ars Sine Scientia Nihil» que hace cinco siglos pronunció el magister lapidum frente a los ediles de Milán.
No se trata tanto de la ciencia en cuanto técnica, que permite controlar las posibilidades mecánicas de existencia y de duración de las concepciones arquitectónicas y su realización; sino de la ciencia abstracta del espacio, la única que hace adquirir en su plenitud el sentido de las relaciones armoniosas.
En ese preciso sentido señalaba Schulze que para Berlage, «la proporción en la geometría era un medio formal para lograr el orden en la arquitectura y conducirla a la cualidad más deseable en el arte de construir: el reposo». Ya que para él «la proporción constituía la salvaguardia contra la simple moda pasajera, una garantía de valor permanente».
Lo que se apunta de la geometría en cuanto regla y medida de la arquitectura, puede decirse relativamente de la Geometría Descriptiva, en cuanto formalización sistematizada, teórica y gráficamente, de esa geometría para la arquitectura, que va mucho más allá de los teoremas y los sistemas de representación.
La geometría ha estado presente siempre en la arquitectura, aunque ésta no se supiese aún representar. Ahí tenemos las pirámides para evidenciarlo.
La función de la Geometría Descriptiva es precisamente conseguir que el futuro arquitecto descubra en su cabeza esa geometría de la arquitectura al servicio de sus creaciones, y sea capaz de dominarla.
De modo que controle y conozca, tanto dentro del plano como en el espacio, las propiedades, la estructura y la configuración geométrica de los cuerpos y figuras, que habrán de ser las palabras con las que deberá componer cada una de las frases de sus proyectos e imaginaciones.
En este proceso lo que menos importancia tendrá, en el fondo, serán los enunciados perspectivos o geométricos específicos, que siempre serán posteriores a la intuición formal o constructiva, aunque inevitablemente deberán ser el cauce para conseguir concretarla.