El sistema diedrico.
Llegar a dibujar correctamente la arquitectura real o imaginada es el primer aprendizaje que se derivará del dominio del sistema diédrico de representación. Es una aportación de gran importancia para la arquitectura, que tiene ya siglos de historia y una sólida tradición a sus espaldas.
Es la vertiente más lingüística de la Geometría Descriptiva, que, desde este punto de vista, bien podría denominarse Geometría Representativa o de la Representación, como apunta Taibo. A lo largo de esos siglos su empleo ha ido madurando, desde el punto de vista científico y en su aplicación a la arquitectura153.
De modo que lo que en otras épocas pudo ser objeto de polémicas, como, por ejemplo, la determinación de los documentos que eran necesarios para la definición de un proyecto, hoy ya son cuestiones absolutamente superadas. Por otra parte no parece necesario discutir si se debe llevar a cabo la enseñanza del sistema diédrico conforme a los patrones tradicionales o siguiendo la pauta de los que, con Hohenberg154, emplean el llamado diédrico directo. Se trata de una cuestión poco relevante, puramente metodológica. En cambio, sí parece importante que consideremos los mecanismos de que dispone el sistema diédrico para lograr desarrollar al máximo ese hábito mental que hemos llamado visión espacial, al que, cada uno con sus palabras, se referían tanto Monge como Taibo.
En el campo gráfico aparece el espacio virtual cuando logramos dar la sensación de distancia y de profundidad entre los elementos representados. Esto es, cuando logramos que se perciba claramente qué cosas están delante y cuales detrás. De todos modos, aunque esta definición aporta una orientación válida desarrollar la visión espacial consistiría básicamente en lograr esa profundidad gráfica, no es en absoluto completa. Ya que no se trata tanto de engañar al ojo fingiendo el espacio, como de lograr que pueda imaginarse lo que sucede en él. El desarrollo de la visión espacial debe conducir por tanto a la imaginación tridimensional infalible de lo representado, siempre que ofrezca datos suficientes para su identificación inequívoca.
Se puede lograr ya sea porque lo representado permita intuir el volumen por ejemplo, mediante una perspectiva cónica bien porque la representación siga fielmente una serie de convenciones que hagan que imaginar otra cosa distinta llegue a ser más difícil que ver aquélla que se ha querido representar. Para este fin, desde el punto de vista operativo, en el sistema diédrico disponemos básicamente de tres medios: la construcción (gráfica) y la representación correcta de los sólidos conocidos, el cálculo de sus secciones e intersecciones y el cálculo de sus sombras. Los tres se ajustan muy bien al empleo, aprendizaje y ejercicio del sistema de doble proyección ortogonal. Los dos primeros también se pueden emplear, aunque ciertamente de modo restringido, en los otros sistemas de representación. Pero resulta más difícil en el caso del tercero de los expedientes gráficos enumerados.
Como vamos a ver, el cálculo y el dibujo de las sombras, que aúna las dificultades propias del resto de las operaciones propias del sistema de representación de que se trate, es complejo fuera del sistema diédrico. Esa es la razón de que el cálculo de las sombras de los cuerpos, como expediente para la definición de los cuerpos y la expresión de la disposición espacial, se considere una parte potencial del sistema diédrico155, excluyendo los otros sistemas. Por otra parte su misma dificultad ha hecho que en la práctica el recurso a las sombras para la representación de arquitectura haya ido históricamente de la mano del progreso del sistema diédrico de representación, a partir del desarrollo científico de la Geometría Descriptiva hecho por Monge.. Gracias al colaborador Tomas Andrés Megía por enviarnos este material. Autor original: José Manuel Pozo.