Cada vez más, me siento próximo al movimiento que anima al mundo de hoy.

Por el contrario, el espléndido fenómeno arquitectónico que nos invita es lo que me atrae, y por fenómeno arquitectónico entiendo la cualidad espiritual de organización que, por las potencias creadoras, constituye un sistema capaz de expresar la síntesis de acontecimientos presentes y no el aspecto de un simple capricho personal.

En ella el purismo del Le Corbusier pintor evoluciona hacia la sensualidad mediterránea característica del cubismo del contemporáneo Picasso para lograr una obra en la cual, como quizás en ninguna otra de este siglo, la arquitectura deviene enteramente en un puro hecho escultórico. Pero a esto debe sumarse la intensidad cavernosa del espacio unitario interior, en el cual a la libertad de las formas se le suma un manejo de la luz que entra a través de las perforaciones irregulares de la masa muraria, convergiendo en el logro de una atmósfera mística deliberadamente buscada por el autor.
Christian Norberg Schulz ha dicho acertadamente acerca de esta obra: «La publicación, en 1953, del proyecto fue una desconcertante sorpresa para la mayor parte de los adherentes al movimiento moderno. Imprevistamente reaparecían todas las formas ´prohibidas´: la masa plástica, los nichos en las paredes, la curva expresiva y el interior en forma de gruta.
Pero los que en 1955 visitaron la iglesia terminada, desmintieron sus anteriores aprensiones y reconocieron que estaban ante una nueva dimensión de la arquitectura moderna». «La nobleza, la pureza, la percepción intelectual, la belleza plástica y la eterna cualidad de la proporción, son los goces fundamentales de la arquitectura.» Le Corbusier. «Alojar en el silencio a hombres piadosos y estudiosos, y construirles una iglesia», tal era el programa que se propuso a Le Corbusier en 1952, impulsado por el padre Le Conturier, del capítulo provincial de los Dominicos de Lyon.
El conjunto monástico debía componerse de iglesia, claustro, sala capitular, aulas, biblioteca, comedor, cocina y un centenar de celdas. «Funcionalismo, palabra ingrata, nacida bajo otros cielos que los que siempre hemos amado recorrer, allí donde el sol es señor.» Le Corbusier. (Articulo enviado por: Pedro Perez j7c1a1@yahoo.es)



