DETERIORO DE LAS EDIFICACIONES.
Actualmente Granada la ciudad más hermosa de Nicaragua, posee la mejor unidad urbana del país, muy particular en la planimetría y altimetría de sus edificios: que le proporciona volumen y composición que la caracterizan dentro del contexto armónico, como algo único de la arquitectura colonial donde predomina el estilo neoclásico. Fundada en tierra firme en 1524 y reconstruida después del incendio de 1856 (332 años), es de mucha importancia tomar en cuenta que en el período post incendio (60 años), las edificaciones vinieron a expandir la ciudad, la cual es cruzada de Oeste a Este por dos arroyos de formación natural ( El Aduana y el Zacateligüe) por lo cual para su comunicación interna obligó a construir puentes de arcos de ladrillo de barro cocido de medio punto, apoyados en estribos de piedra volcánica y que en la actualidad se encuentran fracturados por los efectos que producen los agentes externos y el tiempo( este tema lo veremos en la publicación de otro artículo).
Del año de 1856 a nuestros días (150 años) a partir de la década de 1980 se ha venido observando el deterioro y destrucción de muchos edificios que se encuentran dentro del casco histórico de la ciudad, pero no es el momento de buscar culpables por tales consecuencias, sino, el de reflexionar como, quienes, cuando y con que podemos echarle una mano a la reconstrucción de esta bella ciudad, que dentro de muy poco tiempo será declarada por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.
En la mayoría de las construcciones el material predominante es el Adobe. (El arte de hacer adobes ha tenido un desarrollo cronológico que continúa hasta la actualidad, tanto en las formas logradas, como en las mezclas y los materiales utilizados. La tierra se mezcla con elementos fibrosos, como paja o zacate, para lograr mayor densidad y durabilidad. Esta mezcla se vierte en moldes para formar los adobes y luego se ponen a secar al sol. Las estructuras resultantes se consolidan rellenando huecos y aperturas con mortero de barro, alistando las paredes para el decorado mediante un enlucido de mortero de buena calidad).
En cuanto al adobe, es el que más daño ha presentado en estos últimos años, siguiéndole las paredes de taquezal y otros sistemas de construcciones como muros de piedra bolón de origen volcánico, paredes henchidas o albardeadas (Tapial y Bahereque). A continuación se hace referencia de algunos agentes externos que han venido destruyendo las edificaciones del centro histórico de la ciudad: Efectos de la humedad: La falta de impermeabilización de las cubiertas de techos (tejas de barro cocido) es uno de los principales problemas que causan la destrucción de los edificios, la mayoría de los techos no presentan cordones de amarre en dos sentidos con mezcla blanca de cal hidratada y talpuja (toba volcánica) que no permitan el deslizamiento de las tejas, provocadas por los vientos, lluvias, sismos y porque no decir de animales felinos y roedores.
Todo esto permite la introducción de la precipitación pluvial, la cual satura las paredes de adobe y les produce primeramente el desprendimiento de partículas finas y luego el derrumbe parcial o total de la pared, en muchos casos se ha podido observar el colapso de la estructura del techo; en éste último caso sucede que las últimas hiladas de bloques de adobe de la parte superior se saturan de humedad y las condiciones mecánicas de resistencia a la tensión y compresión del material se vuelven nulas, permitiendo que las fuerzas verticales y laterales de los empujes producidas por el peso de la estructura de madera y teja de barro, no encuentran una reacción por parte de las paredes, ya que éstas han perdido toda su resistencia y como consecuencia ocurre el colapso de la estructura superior.
La falta de mantenimiento de las cubiertas de teja de barro por parte de los dueños e inquilinos, es uno de los mayores problemas que permite la destrucción de las edificaciones. Para que un edificio quede protegido contra las lluvias de la época de invierno, se le debe dar mantenimiento a las filtraciones, reparando antes de la entrada o con las primeras precipitaciones, cualquier daño en su entejado. Cuando un edificio no es protegido y reparado en forma periódica, lo que en un principio eran pequeñas goteras se convierten en un grave peligro que atenta contra las paredes de adobe y resto de la estructura del edificio.
En el caso de edificios de dos plantas que en su mayoría la primera planta está construida de paredes de adobe y la segunda de paredes de taquezal, se ha podido observar que éstas últimas, cuando sus culatas están orientadas al este de la ciudad y expuestas al arrastre de la lluvia por la fuerza del viento, también se ven saturadas por la humedad.
El sistema constructivo del taquezal es muy diferente al del adobe, la diferencia estriba en que los adobes son bloques de arcilla con refuerzo de fibras vegetales que sirven para contrarrestar los esfuerzos de tensión producidos por las contracciones del barro, y los producidos por las cargas aplicadas, los espesores de paredes varían de 60 a 100 centímetros. El taquezal, sin embargo, llega a tener espesores de 25 a 30 centímetros y está compuesto de una combinación de horcones o columnas de madera de forma vertical y de secciones transversales que varían de 15cm x 15cm y de 20cm x 20cm separados a distancias, que varían de acuerdo a los vanos de puertas y largo de paredes, dependiendo de las circunstancias arquitectónicas, rigidizadas horizontalmente por reglas de madera de 2.5cm x 7.5cm en ambas caras de la columna y a una distancia que varía de 15 a 25 cm, que posteriormente es rellenada con piedras y ripios de teja de barro unidas con mortero blanco de cal y talpuja y coronadas por vigas soleras de madera de secciones acordes con la de las columnas u horcones.
Estas paredes construidas en una y dos plantas de cualquier edificio, ya saturadas por la humedad y por efectos de la gravedad, la infiltración en las paredes , produce que al pie de los horcones o columnas se vean afectados por colonias de hongos que destruyen el grano entrelazado en las fibras de la madera que debilitan la resistencia de la misma, provocando que la pared sufra un asentamiento inducido por el peso del techo y la pared misma, se produce una falla horizontal a 1.00 metro del nivel de los pisos y fracturas diagonales y verticales en el cuerpo de la pared. Ocurre también que cuando entre dos inmuebles divididos por una pared de adobe o taquezal, y si existe una diferencia de nivel entre uno y el otro terreno, y si por defecto de los drenajes de las aguas pluviales del terreno superior, las cuales pueden llegar a estancarse por estar obstruidos las atarjeas, sucede en el caso de paredes de adobe que la humedad se infiltra, se satura en la parte inferior y pierde su resistencia, produciendo un abundamiento seguida del colapso de la misma. En el caso de que la pared divisora sea de taquezal, se producen asentamientos y ocurre el plano de falla horizontal a la altura mayor entre los dos terrenos, fracturas diagonales y verticales en el cuerpo de la misma, pudiéndose observar una mayor resistencia al colapso de este tipo de construcción, el cual permite tiempo para su reparación.
Falla en los Tensores: Los sistemas constructivos de la época colonial, en lo que se refiere a los techos, éstos descansan por medio de largueros de madera colocados a dos aguas separados a un promedio de 60 centímetros y de secciones de 10cm x 12.5cm, estos largueros se apoyan en vigas soleras de madera de 17.5cm x 17.5cm que están colocadas paralelamente a las cumbreras de los techos y sobre las paredes en el caso de adobe y sobre las columnas de madera cuando se trata de taquezal. Estas cubiertas de techo tipo cañón a dos aguas transmiten fuerzas laterales de empuje horizontal, que tienden a voltear las paredes, pero para contrarrestar este efecto y mantener la estabilidad de equilibrio de la estructura, se colocan tensores de madera de 17.5cm x 17.5cm de sección transversal o de varillas de metal de 3 cm de diámetro, de forma perpendicular a las vigas soleras.
Para el caso de tensores de madera, muchas veces la fractura de una teja de barro, permite la infiltración del agua de lluvia que afecta la unión del tensor y la viga solera, produciendo una colonia de hongos, que afectan la resistencia del empalme de la unión entre estos miembros y como consecuencia, la función estructural de estos elementos desaparece, provocando el colapso de la cubierta del techo. Cuando el tensor es de metal, la humedad corroe la sección transversal del metal y disminuye la capacidad soportante a los esfuerzos de tensión, a veces ocurre que en la unión de solera y tensor metálico, la creación de hongos en la madera, es más acelerada la destrucción de la resistencia de la madera, que la corrosión del tensor metálico y también se produce el colapso de la cubierta de techos. ( Colaborado por el ingeniero civil Luis Fco. Roblero Gómez )