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Palacio de Bellas Artes México.
Durante el Porfiriato, bajo el slogan del gobierno de la República y, sobre todo del entonces presidente de la república Don Porfirio Díaz «Orden y progreso», de alguna manera se necesitaba mostrar al mundo cuan próspero y moderno era el México de ese entonces y que mejor forma que hacer edificios que lo representaran dignamente.
Esto dio como resultado que, a principios del siglo XX, se ideara el proyecto para la construcción del Nuevo Teatro Nacional, además de muchos otros. Así, Porfirio Díaz encargó al arquitecto italiano Adamo Boari la construcción de éste como parte de las actividades de su gobierno, dicho teatro formaría parte de las celebraciones por el centenario de la Independencia.
Así que al estudiar Cultura y diseño, el palacio de Bellas Artes en la ciudad, evidentemente representa para nosotros una obra imprescindible a la hora de analizar precisamente el diseño y cultura en México, en la época del porfirismo, partiendo desde su concepción arquitectónica, los cambios sufridos en el proceso de contracción, los problemas con la cimentación, los detalles de la edificación, y hasta la presencia de artistas de talla nacional e internacional en la obra.
En esa época, surgió entre la alta sociedad de México la tendencia por imitar los estilos europeos, tanto en costumbres de la vida cotidiana como en modelos arquitectónicos. Algunos autores afirman que en el periodo porfiriano, la arquitectura abarca desde el romanticismo hasta el modernismo, y se manifiesta de forma singular, con eclecticismo, permanencia de gustoso, seguimiento de esquemas de las escuelas europeas, la integración a la modernidad con el Art Nouveau, y a la vez un deseo nacionalista basado en la interpretación y renacimiento del prehispánico, lo cual evidentemente se impreso en el Palacio de Bellas Artes.
Y es todo esto lo que la contrastante sociedad mexicana recibía a cambio del sometimiento a la dictadura. Así que, dado el contexto y la duración en que se desarrolla la obra, al final encontramos al Art Nouveau y el Art Deco como movimientos artísticos internacionales bien manifiestos en el sentido de la construcción y decoración del edificio. Lo ecléctico del edificio logra mezclar lo puramente mexicano en una armonía perfecta con elementos internacionales, permitiendo una singular manifestación de arquitectura mexicana.
A lo largo de los 30 años que se duró la construcción del Palacio de Bellas Artes, México estuvo sufriendo importantes movimientos económicos, políticos y sociales, que sin duda se ven reflejados en la obra misma. Entendiendo que los edificios arquitectónicos son en general, un reflejo de del momento histórico en que se desarrollan, es importante analizar el momento de México en la época en que se da comienzo a al obra del hoy conocido como Palacio de Bellas Artes. La construcción comienza durante el periodo porfirista (1876-1911).
La política de la dictadura, en la idea de proyectar precisamente el «orden y progreso» en la capital, la incipiente industrialización en la ciudad se ve reflejada en la construcción de edificios ostentosos, al servicio de la burguesía, como el Edificio de Correos, Palacio de Comunicaciones, el inicio de la construcción del Palacio Legislativo, hoy monumento a la revolución y por supuesto, el Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes, además de diferentes edificios destinados a la vivienda. El intento de marcar bien un esplendor urbano en todos y cada uno de los edificios construidos en este contexto, se contrariaba la situación verdadera de la mayoría de la población en el país.
En la capital, edificios exageradamente lujosos de una sociedad pudiente, la burguesía y en los barrios bajos condiciones de miseria e insalubridad en las viviendas. Así, en este contexto es que nace y se desarrolla el hoy Palacio de Bellas Artes, patrimonio de la humanidad. MARCO HISTÓRICO. La historia de lo que hoy conocemos como Palacio de Bellas artes, nace en 1842, cuando el que entonces presidente de la Republica, Antonio López de Santa Anna coloca la primera piedra del Teatro Santa Anna, el 18 de febrero en una gran ceremonia. Esta obra se desarrolla con el apoyo económico del presidente, el ayuntamiento de la ciudad y de empresarios interesados.
El arquitecto Lorenzo de Hidalga (1810-1872) estuvo a cargo de la obra y muy a su consideración de estilo neoclásico, el edificio fue considerada la mejor obra arquitectónica del siglo XX. La planta arquitectónica con forma de herradura siguiendo el modelo europeo, la fachada con columnas corintas, balcón con barandal de hierro forjado son algunas características de la misma. En septiembre de 1844, siendo el administrador del teatro José Antonio de Irigoyen, quiebra y se da una orden de arrendamiento. Pasa a ser entonces Teatro de Vergara, hasta el 15 de diciembre del mismo año cuando se convierte en Teatro Nacional.
Este recinto fue testigo de numerosos acontecimientos de gran importancia como el estreno del Himno Nacional Mexicano. Durante la intervención francesa se convierte en Teatro imperial, restaurada la república, vuelve a ser Teatro nacional.
En asta época, bajo el régimen porfirista, las ciudades de México prosperaron y la cultura de México pretende elevarse a la altura de grandes ciudades de Europa. Adamo Boari, es comisionado por el gobierno de la ciudad para llevar a cabo una obra tan significativa como la construcción del nuevo Teatro Nacional.
DESARROLLO DE LA OBRA. Considerando la ubicación perfecta para este edificio, entre la Alameda y el Edificio de Correos, Boari emprende la construcción en 1901 demoliendo los edificios del lugar.
En el régimen de Porfirio Días nace una fuerte tendencia europeizante muy marcada que se desarrolla en diversos ámbitos, no solo en la expresión artística, si no en la misma cotidianidad social, con lo que se pretende incorporar a México en un contexto cultural internacional.
Por todo ello, Boari recorrió Europa y fue a Chicago durante1901 y 1902, a fin de comparar los teatros existentes en aquellos lugares y buscando ideas y conceptos arquitectónicos para elaborar el proyecto. Regresa a México impactado por el Art Nouveau, estilo decorativo en que predomina la línea curva fluida, ondulatoria, orgánica, asimétrica y de fuerza rítmica. Para 1904, entrega los primeros 18 planos del nuevo Teatro Nacional. En el mismo año se comienzan las excavaciones de 2.4 metros bajo el nivel de la calle y 3.5 metros para lo que seria el lugar del escenario.
En aquella ápoca, la ciudad crecía desmedidamente, en pocos años el territorio de había duplicado, pero de veintiocho colonias creadas desde principios del siglo, sólo seis tenían todos los servicios. El paseo de la reforma era un eje que dividía la ciudad vieja en el oriente y la nueva, la ciudad moderna, en el sur poniente. La construcción del nuevo Teatro Nacional abría paso a importantes cambios en el oriente de la ciudad, como la prolongación de la avenida 5 de mayo, de Bolívar hasta Santa Isabel (hoy Eje Central).
Con la idea de elevar a México a la altura de ciudades europeas, Boari diseña un edificio singular que no parecía italiano ni francés. Debería ser un centro de reunión de lo mejor y más elegante de la sociedad mexicana, así que Boari proyectó un edificio enorme, con un vestíbulo techado con cristales, un invernadero, restaurante, cafetería y los más grandes adelantos de la época. Desde un principio el edificio estaba separado en dos partes: La primera como local de espectáculos y la segunda como salón de fiestas y conciertos.
Boari presentó el diseño al gobierno mexicano, que aceptó y sugirió cambios, exagerando la grandiosidad del proyecto. El presupuesto estimado era de $ 4,190,844,00 y al construcción duraría unos 4 años. En la obra, se pretendía aplicar técnicas utilizadas para la construcción de los rascacielos de Chicago y Nueva York, pero el suelo de México obligó a diseñar un sistema de cimentación especial. Boari consideró las exigencias visuales y acústicas del inmueble. La sala tendría una forma de embudo y agregó a su proyecto innovaciones que revolucionaban el complicado ambiente de la tramoya, por ejemplo instalaciones mecánicas con movimiento hidráulico y eléctrico.
El auditorio sería para 1791 personas. Boari presentaba como su idea un edificio revestido por sus cuatro lados de mármol, de 96 metros de frente y 116 de largo, ocupando una superficie de dos hectáreas, incluidas las rampas y escaleras. En su proyecto el arquitecto prevé una estructura de acero para muros y techos y una plataforma de acero y concreto para la cimentación.
Algunos detalles particulares de la obra son: dobles entrada laterales para el servicio de los carruajes, un gran jardín, una cúpula sobre éste, el nivel de la orquesta móvil, la boca escena sin cortinajes y sin arlequín con iluminación periférica y con caja acústica en la bóveda, telón en forma de cortina, movimiento eléctrico e hidráulico para la maquinaria escénica, un gran ascensor para elevar los carruajes del nivel de la calle al nivel del escenario, luz solar directa todo el edificio y artificial completamente oculta.
En la primera etapa de construcción se cimentó, con cálculos del Arq. Especialista W. H. Birkmire, de Nueva York. La ejecución, por la constructora Firma Milliken Brothers, de Chicago, en 1903 y la estructura metálica para los cementos con Cálculos de W. H. Birkmire y ejecución por la misma constructora. Las estructuras estaban compuestas por acero, concreto y mármol, 210 columnas distribuidas, muros de concreto y cubiertos de mármol. Una obra considerada en su época la más grande del mundo con sus dimensiones y características.
Sin embargo, todos los cálculos en la cimentación resultaron un fracaso sin precedentes. La plataforma de concreto comenzó a hundirse, no solo privando al proyecto de la escaleras ascendentes, si no que sufrió también importantes rupturas.
Fue necesario no solo readaptar el proyecto si no comenzar inmediatamente a inyectar mezcla de cemento, cal y grava el varios puntos del terreno. El hundimiento aproximadamente fue de metro y medio. En 1910 se inyectó en el lado oriente de la plataforma cemento y cal. Esta operación concluyó en agosto de 1911 y en total se inyectaron 951 toneladas de cemento, para 1912 se repitió la operación en el mismo sector de la plataforma., además se agregó cal y arcilla.
Se cree que los que calcularon no consideraron la gruesa capa de fango sobre la que construirían. Por ello se atrasó la obra tres años. Boari consideraba que el país debía emplear y expresar sus propias formas arquitectónicas, lo cual explica que en las fachadas predominen elementos de las culturas prehispánicas como cabezas de jaguares, monos, coyotes, serpientes. Sin embargo, enfatizando el estilo europeizado. Boari no quiso convocar concursos públicos para seleccionar a los mejores artistas europeos, quería repartir el trabajo según la índole de su especialidad.
En 1906, el arquitecto fue a EU y Europa para visitar a algunos artistas para que sus obras fueran en todo sentido excepcionales. Por algunos de los factores que afectaron la construcción de la obra, al estallar la Revolución, el edificio se encontraba inconcluso y Boari tiene la preocupación de relatar su propia obra. A partir de 1912 el ritmo de la obra disminuye hasta el 1916 ser suspendida totalmente. Ante la imposibilidad de concluir el teatro, quiso dejar un testimonio al menos escrito de lo que él concebía en su obra magna.
Su publicación dispone de 34 láminas donde se observan los planos y los aspectos decorativos de los ornamentos. Así que Boari continua mandando desde Italia planos, fotografías y actualizaciones del proyecto, integrados en una carpeta titulada La Construzione di un Teatro en donde explicaba la importancia arquitectónica de éste nuevo Teatro en México. Hizo todo lo posible hasta su muerte porque la calidad de su obra no se viera disminuida y estaba convencido de que el Teatro Nacional de México había representado un gran esfuerzo y su más importante obra.
Ante los obstáculos que se presentaban para reanudar y terminar el proyecto, dado que, entre otras cosas, no podía regresar a México, Boari le dio el sobrenombre de «elefante blanco» a su obra. El arquitecto italiano murió en 1928 sin haber visto la obra concluida. El edificio inconcluso fue visto durante muchos años como una obra abandonada a pesar de que en su sala de espectáculos con butacas improvisadas se realizaron un sinnúmero de actividades importantes para la vida de la ciudad.
En dos ocasiones se intentó reanudar los trabajos para concluir la obra. La primera bajo la dirección del arquitecto Antonio Muñoz, en el periodo presidencial de Venustiano Carranza. Se dispuso el apresuramiento de los trabajos a fin de poder utilizar el edificio en 1921, cuando sería el centenario de la consumación de la Independencia. La segunda etapa se desarrolló a partir de 1928, con la creación de comité encargado de recaudar fondos para la conclusión de la obra. En los años 20 se dio un gran avance al aspecto exterior del teatro.
En mayo de 1930 el presidente Pascual Ortiz Rubio emite un acuerdo para que se concluya el teatro nacional, tomando en cuenta dos aspectos. Primero, que la conclusión de la obra fuera lo más económico posible, y el segundo, que se respetaran, dentro de lo posible, los planes originales de Boari. En ese momento el secretario de hacienda, Ing. Alberto J. Pani interviene de la siguiente forma: «…si la obra no responde a una necesidad social, puede quedar definitivamente abandonada.
No se trata ahora de concluirla por concluirla, sino de examinar hasta que punto se impone el sacrificio económico que demanda su conclusión.» Por ello, se convierte en Palacio de Bellas Artes, sede de una institución con finalidad social y pública que fomentara y difundiera el arte, favoreciendo a la sociedad en general. Por ello se tiene que adaptar el edificio a las necesidades de la institución propuesta y se designa al arquitecto mexicano Federico Mariscal como jefe y director encargado de las modificaciones pertinentes. Por motivos presupuestales no se puede concluir la obra, hasta que en 1932 mediante un nuevo acuerdo presidencial se intenta concluir la obra.
Mariscal rediseñó el interior del teatro a las reglas del nuevo Art Deco. Entre las modificaciones están que el salón de fiestas se convertiría en museo de artes plásticas. El palco presidencial se redujo y se creó un foyer, que hoy es la sala internacional de exposiciones; se instaló una sala de conferencias, museo de artes populares en instalación de diversas galerías para exhibir distintas obras artísticas nacionales. Se abrieron nuevas dotaciones de espacios públicos, se reestructuró la Sala de Espectáculos, ampliando los pisos de las lunetas y de los anfiteatros para aumentar el cupo, con lo cual se dispone al final de las modificaciones con 2035 asientos.
Los principales elementos de esta segunda etapa son: La Plaza y la colocación de los Pegasos en el estacionamiento, el vestíbulo, el hall, la Sala de Espectáculos, el Museo del libro y biblioteca; El museo de Artes Populares; el Restaurante, cuyo responsable fue el Arq. Federico Mariscal. Los murales, a cargo de Diego Rivera y José Clemente Orozco. Todo esto de 1932 a 1934.
Entonces, aquel edificio concebido en los primeros años del siglo como Teatro Nacional terminaría 30 años más tarde como un Palacio Nacional de Bellas Artes, por representar un centro destinado a la exposición y representación de obras de interés público y no solo de la burguesía. Fue inaugurado el 29 de Septiembre de 1934, por el entonces presidente Abelardo Rodríguez. Desde 1946 es sede del INBA, que en esta fecha es fundado.
CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL EDIFICIO (EXTERIORES)
Adamo Boari diseñó un edificio que incorporaba los avances tecnológicos de los mejores teatros de la época.
El edificio se caracterizaba por organizar las salas en torno a un gran hall, rematado por una triple cúpula situada entre el vestíbulo y la sala de espectáculos, lo cual realzaba la majestuosidad del lugar, dado que era lo normal en edificios de este tipo solo una cúpula sencilla. Adamo Boari lo proyecta con Art Nouveau, muy en boga a principios de siglo, esto en el exterior del edificio. Mexicanizar el Art Nouveau era un propósito en cuanto al aspecto escultórico en el exterior del edificio, como ya se ha mencionado introduciendo elementos meramente nacionales como flores de girasol, serpientes, aguilas, cabezas de chivos, coyotes, monos, etc.
de acuerdo con éste, los elementos decorativos fueron diseñados con una delirante línea ondulada inspirada en motivos naturales. No obstante, también quiso imprimirle un toque nacionalista, de modo que muchos ornamentos están inspirados en la flora y fauna mexicanas, así como en motivos de origen prehispánico. Sin embargo, el diseño general mantiene rasgos clásicos. Importantes artistas extranjeros fueron convocados para crear trabajos escultóricos y decorativos de corte clásico.
Entre éstos destacan los pegasos alados hechos en bronce, traídos desde España para rematar el cubo de la sala principal; ahí se colocaron en 1912, pero ese mismo año fueron llevados a la Plaza de la Constitución donde permanecieron hasta 1928, cuando Federico Mariscal decidió colocarlos en la plaza frontal del palacio. En sus fachadas se integraron cuatro grupos escultóricos realizados por André Allar y Paul Gasq, pensados originalmente para el Palacio Legislativo. Sólo hasta que intervino el arquitecto Mariscal, los mexicanos tuvieron participación en la dirección del trabajo.
Se utilizaron diversos tipos se materiales tanto nacionales como extranjeros. Para las fachadas y otros elementos se utilizó mármol de Carrara Italia, además del mexicano que se trajo de varias partes de la republica como Yuxtepec, Morelos, Buena vista, Guerrero, Las Vigas, Veracruz, entre otros. Para el revestimiento de fachadas se utilizó mármol de grueso espesor. La ornamentación de las fachadas por el artista Leonardo Bistolfi en 1908. Relieves de las fachadas laterales por el escultor Adamo Boari; claves, mascarones, guirnaldas y flores por el escultor G. Fiorenzo.
En los conjuntos escultóricos participaron diversos artistas, con las siguientes aportaciones: En lo relacionado a la herrería, los modelos de rejas y ventanas fueron concebidos por Boari. La puerta principal, de hierro tiene decorados de bronce. Los decorados del hall fueron realizados en su mayoría por La casa Edgar Brandt de Paris. En la primera etapa, las demás puertas fueron trabajadas por el Italiano Alessandro Mazzucotelli. Al adaptar el diseño a las necesidades del ahora Palacio de Bellas Artes, y ya no Teatro Nacional, el mexicano Luís Romero reprodujo las puertas al grado de no poder diferenciarse entre la original y una réplica.
CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL EDIFICIO INTERIORES
Al reanudar los trabajos de construcción en 1932, un nuevo estilo artístico dominaba: el Art Deco. Influido por expresiones pictóricas modernas, este estilo se caracterizó por la geometrización de las formas y por las líneas rectas. Uno de sus mejores ejemplos es el trabajo de Mariscal en el interior, donde también aparecen detalles de inspiración prehispánica. Todos los elementos, incluyendo los estructurales, constituyen sobrios motivos decorativos, con una fuerte tendencia a la verticalidad.
La gran cúpula que cierra el vestíbulo es un armazón de metal recubierto con nervaduras de cobre, laminillas de ónix translúcido y cerámica. Los muros, pisos y columnas se revistieron con mármoles mexicanos en varios colores, combinados con ornamentos trabajados en diversos metales por la casa Edgar Brandt de París, como los mascarones de Chac, el dios maya de la lluvia. La escalinata arranca con dos luminarias en forma de fuentes, hechas en acero y cristal esmerilado; entre sus dos rampas, las puertas que dan acceso al vestíbulo de la sala muestran mascarones de Tláloc, el dios teotihuacano de la lluvia, y un rostro de bronce que evoca la representación griega de la tragedia.
La decoración interior de la sala de espectáculos está compuesta por plafón de cristal en la cúpula interior de la sala de espectáculos por D. Maroti. En la misma el sorprendente telón está formado por una cortina de estructura metálica que sostiene un enorme mosaico de vidrio opalescente. Más de un millón de cristales de dos centímetros cuadrados dan forma a una panorámica del Valle de México, inspirada en una obra de Gerardo Murillo. La cortina rígida del escenario con un peso de 22 ton y 15.30 m de ancho por 14 m de altura, concebida por Garnier, constructor de la ópera de Paris, pero el motivo de la decoración del telón lo encontró en el paisaje mexicano, precisamente las cumbres nevadas del valle de México: El popocatépetl y el Iztazihuatl.
Ejecutado por la casa Tiffany de Nueva York, el mosaico fue colocado cuando Boari aún dirigía la obra. Lo rodea un arco decorado con mosaicos titulado El teatro a través de las edades y realizado por el húngaro Geza Marotti. De él es también el vitral circular que corona la sala, donde se representa a Apolo y las nueve musas. La maquinaria del escenario por el ingeniero por el ingeniero A. Rosemberg de Alemania. Vinieron de Alemania tanto el equipo como el personal responsable de su instalación.
Participaron compañías y artistas extranjeros en el vitral, telón, esculturas, etc. La orquesta se ubica a nivel inferior de la luneta. Cuenta un escenario de 24 m. de longitud, con instalaciones mecánicas completas. En el tercer y cuarto pisos se ubican varias salas de exposiciones e importantes obras del muralismo mexicano; destacan entre los autores: Rivera, Orozco, Siqueiros y Tamayo.
Este largo esfuerzo de construcción y decoración en interiores y exteriores hace evidente una armónica mezcla de estilos, conocida como estilo ecléctico,.que definitivamente es el estilo del Palacio de Bellas Artes. Con elementos de Art Deco y de Art Nouveau y de otros más, pero al final ecléctico definitivamente. El edificio cuenta con un estacionamiento con capacidad para 470 automóviles, que recientemente fue remodelado, al igual que muchos elementos escultóricos y de la misma estructura han sido remodelados y se les ha dado servicio de mantenimiento, limpieza a partir de su inauguración.
Se han llevado acabo diversos trabajos de mantenimiento a fin de conservar su majestuosidad y grandeza que en todo sentido representa para México. CONCLUSIONES. Es así que En medio de una época de cambios en la nación, el Palacio de Bellas Artes, en un principio concebido de distinta forma, pasa a ser un elemento simbólico de gran importancia, que representa en sí los cambios políticos, económicos y sociales en el México en que se desarrolla. Su construcción, varias veces truncada, dura 30 años, enmarcando la combinación de dos estilos artísticos predominantes de su época, que son el Art Nouveau y el Art Deco, en exterior e interior, respectivamente.
Considerado por Mexicanos y extranjeros una joya de la arquitectura mexicana, donde se plasma una belleza única en el mundo. El Palacio Nacional de Bellas Artes ha sido testigo de importantes eventos artísticos y culturales a lo largo de los años, siendo la más importante plataforma para la difusión del arte y la cultura en México. De esta forma, entendemos que el estudio y análisis de este edificio nos permite apreciar y valorar su significado simbólico y espiritual en relación con una nación como solo hay una, México. Sobre el colaborador: Vargas Mendoza David, sincho5a@hotmail.com