Arquitectura de Lisboa.
Lisboa es una oportunidad única de impregnarse de su impresionante arquitectura, producto de siglos de historia y arte plasmados en una diversidad de estructuras como plazas, castillos, iglesias y monumentos. Esas estructuras adquieren más realce gracias a una planificación urbana que no dejó nada al azar, lo que confirma la precisión con que se han dispuesto detalles como el uso del color y la disposición de la estructura de servicios públicos, básicamente el transporte. El centro histórico de la ciudad se compone de siete colinas, siendo algunas de las calles demasiado empinadas para permitir el paso de vehículos. Por ello existen tres funiculares y un elevador (Santa Justa), aunque actualmente su uso es solo turístico.
Pero esa estrechez de vías y el sube y baja a que obligan las colinas, más que una dificultad, son parte de la gran aventura que implica visitar la capital portuguesa, a la vez que permiten obtener impresionantes vistas panorámicas y apreciar el trazado y la arquitectura de las vías y edificaciones. La Baixa (parte baja en portugués), es el corazón de la ciudad. Se encuentra sobre las ruinas de la antigua urbe, que destruyó un terremoto ocurrido en 1755. Su planificación urbana, de calles en cuadrícula y edificios similares son producto de una reconstrucción impulsada por el Marqués de Pombal después del citado fenómeno natural. En La Baixa se encuentra la mayoría de monumentos representativos de Lisboa, como el Teatro Nacional Doña María II, la Plaza del Comercio y el Rossio, o Plaza de Don Pedro IV, el primer emperador del Brasil independiente.
La Vía Augusta, una de las de ayor movimiento de esta zona, conduce hasta un gran arco triunfal neoclásico inspirado en el de París, y desemboca en la imponente Plaza del Comercio. En esta plaza estaba la residencia real a partir del siglo XVI. Después de la reconstrucción posterior al terremoto, los edificios se dedicaron a ministerios. El centro está dominado por una escultura de José I., rey de Portugal en 1755. Al otro extremo de la Rúa Augusta está la Plaza Pedro IV o Rossio, cuyo punto focal es la estatua de Don Pedro IV, cuya base son cuatro esculturas femeninas alegóricas a la justicia, sabiduría, fuerza y moderación. Los sobrios edificios que bordean esta plaza están ocupados por tiendas de recuerdos, joyerías y cafeterías.
En el siglo XIX el Rossio fue cubierto con los típicos mosaicos portugueses, siendo uno de los primeros diseños de este tipo en decorar los edificios de la ciudad y que hoy constituyen uno de sus detalles distintivos. Otra experiencia enriquecedora que ofrece Lisboa es Alfama, un barrio medieval. Sus estrechas calles de edificios revestidos de mosaicos o pintados de los colores de la ciudad, el amarillo, rosado y salmón, albergan la mayoría de locales de fado, la música típica portuguesa. Es una zona tranquila, donde también se encuentra la atedral de Lisboa, así como el Castillo de San Jorge, que se yergue en posición dominante sobre la más alta colina del centro histórico, proporcionando a los visitantes una de las más bellas vistas sobre la ciudad y el estuario del río Tajo. El recinto del castillo cuenta con aproximadamente 6000 metros cuadrados y consta de varias torres y garitas, un foso y dos patios grandes.
El Barrio Alto, en el centro de Lisboa, es un distrito comercial, de entretenimiento y habitacional y actualmente es el lugar de reunión de los jóvenes de la ciudad y uno de las principales zonas de ocio nocturno. También se caracteriza por calles estrechas y edificios revestidos de azulejos. BARRIO DE BELÉM El Barrio de Belém concentra, en un reducido espacio, algunos de los monumentos más importantes de Lisboa, representativos del estilo arquitectónico manuelino, que se desarrolló en el reinado de Manuel I de Portugal y prosiguió después de su muerte. Este estilo es una versión portuguesa del gótico final, así como del arte luso-morisco o mudéjar, marcado por una sistematización de motivos iconográficos propios, de gran porte, simbolizando el poder regio.
Incorporó, más tarde, ornamentaciones del Renacimiento italiano. Belém, ubicado en la ribera del Tajo, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y su principal atracción turística es el Monasterio de los Jerónimos, cuya construcción comenzó en 1501 y tardó 70 años. El Monasterio de los Jerónimos fue diseñado por el arquitecto Diogo de Boitaca y encargado por el rey Manuel I para conmemorar el afortunado regreso de la India de Vasco de Gama. Frente al Monasterio de los Jerónimos se encuentra la Torre de Belém, una construcción militar que vigilaba la entrada del Tajo y que sirvió como centro de recaudación de impuestos para poder entrar a la ciudad. Se trata de una joya arquitectónica que domina la entrada del puerto desde el siglo XV. Parte de la belleza de este monumento reside en la decoración exterior, adornada concuerdas esculpidas en piedra, galerías abiertas y torres de vigilancia en estilo mozárabe, la Cruz de la Orden de Cristo y elementos naturalistas.
El interior gótico localizado bajo el piso inferior, sirvió como armería y prisión. Su estructura se compone de dos elementos principales, que son la torre y el baluarte. En los ángulos del piso inferior de ambos sobresalen garitas cilíndricas coronadas por cúpulas con forma de gajos de naranja, ricamente decoradas en cantería de piedra. El Palacio Nacional de Belém, construido en 1559 por el aristócrata Manuel de Alburquerque, es la actual residencia del Presidente de la República Portuguesa y fue uno de los principales palacios de la familia real a lo largo de los siglos XVIII y XIX. En Belém se pueden apreciar, además, el Monumento a los Descubrimientos y el Museo de Carruajes. La nota contemporánea la añade el nuevo Centro Cultural de Belém. LA ERA MODERNA. A finales del siglo XIX los planes urbanísticos permitieron extender la ciudad más allá de La Baixa, creándose la actual Avenida de la Libertad, al final de la cual se construyó, en 1934, la Plaza Marqués de Pombal. En el siglo XX se crearon las Avenidas Novas y la Ciudad Universitaria de Lisboa.
En términos de arquitectura, lo más notable de finales de ese siglo es el Parque de las Naciones y la Alta de Lisboa. Los edificios de finales del siglo XX más famosos son las Torres das Amoreiras (1985, del arquitecto Tomás Taveira, el Centro Cultural de Belém (inaugurado en 1991), la Estación de Oriente (de Santiago Calatrava), la Torre Vasco da Gama y el Oceanario de Lisboa (de Peter Chermayeff ), todos de 1998. .