Una de estas corrientes, proveniente de escuelas de Arquitectura europeas, fue el “Pintoresquismo”, que a diferencia del término pintoresco, es una opción consciente de valorización de lo “pictórico” en relación a aquellas Arquitecturas ligadas fuertemente con lo paisajístico.
Ésto en el Viejo mundo significó una mirada a las edilicias anónimas surgidas de la campaña. Arquitecturas provenzales y medievales, de acento regionalista y folclórico que aportaron una buena cuota de descontractura compositiva a los cánones vigentes hasta fines del siglo XIX. Ésto es el uso expresado de materiales constructivos rústicos, sin revestimientos, con ornatos surgidos del trabajo artesanal de dichos materiales y no sobrepuestos a la construcción, quedando expresados mediante sus sistemas y recursos como una nueva y más “sincera” estética.
Composiciones aditivas, fuertemente expresivas y contrastantes en cubiertas y volúmenes; y una “autorizada asimetría” en elevaciones y plantas de gran riqueza espacial y plástica. Estos gestos, inicialmente de carácter nacional y vanguardista, principalmente en Inglaterra, Francia y Alemania desde mediados del siglo XIX, tuvieron una gran difusión -por vía del inmigrantado- en nuestro medio y una notable aceptación como Arquitectura para el “ocio” de nuestra burguesía. Es así como esta corriente se tradujo en realizaciones que tuviesen el indispensable marco paisajista natural; sedes deportivas, turísticas y balnearias; ámbitos de vida rural, y mayoritariamente como “casas quinta” preferentemente suburbanas.
A las topologías regionales tudor inglesas, se le sumaron las vertientes “chalet” suizo, casonas vasca y mediterránea; negadoras todas de la sumisión muraria a la tradicional “línea de frente municipal” hispano criolla. Es así como esta Arquitectura se fue extendiendo en el tiempo de Flores, Caballito y Belgrano, a Morón, Olivos, San Isidro, Tigre: Ranelagh, Hurlingham, Fisherton, Longchamps y la Costa atlántica. Recaló oficialmente con gran éxito en San Carlos de Bariloche debido a la gran maestría para la adaptación regional de sus diseñadores. Y en regiones del centro de nuestro país como el Valle de Calamuchita en Córdoba. Hoy esta Arquitectura sigue gozando de amplias preferencias -se sigue diseñando y expresa una fuerte identidad corporativareflejando “el gusto” de la dirigencia vernácula y de exclusivos grupos de pertenencia, reunidos en country clubes y barrios cerrados, lejos del abigarramiento urbano; uno de cuyos ejemplos es el “club house” del San Diego Country Club.
Podemos reconocer en esta tipología a los siguientes edificios: El Centro Cívico de San Carlos de Bariloche; el primero (de madera, incendiado) y el segundo (de mampuestos) Hotel Llao-Llao -de composición simétrica-; el (desaparecido en 194 Tigre Hotel y el Club Regatas La Marina, ambos en el Delta bonaerense. Los golf clubes de San Isidro y Mar del Plata. El Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires en Palermo. Los espléndidos cascos de las estancias Montiel, La Indiana y Villa Maria, en la Provincia de Bs.As.
El conjunto de residencias veraniegas del barrio Los Troncos en Mar del Plata -ciudad que para la década del 30 fue declaradamente pintoresquista- con ampulosas producciones (la mayoría desaparecidas) entre las que se conservan la “Villa Álzaga” y la “Ortiz Basualdo”. Gracias a María Perez Montolla por colaborarnos este artículo para ser publicado en ARQHYS.com.