Los revestimientos se pueden clasificar según sea su ubicación en el espacio interior: techos, suelos o paredes.
Es una clasificación pertinente, ya que debido a las condiciones que han de cumplir según sea esa ubicación las exigencias son muy diferentes. No es igual una baldosa para suelos que una para paredes. Pese a eso, existe un conjunto de revestimiento que tanto vale para las paredes como para los parámetros inferiores de los forjados. Por su importancia es fácil de comprender cuando comprobamos que son las partes del edificio que nos envuelven durante una gran parte de nuestra vida (casi todo el tercio que transcurre cuando dormimos), así como lo que son partes con las que entramos en contacto directo a través de nuestros pies y nuestras manos. Por esta misma razón de proximidad, adquiere mayor importancia el concepto de acabado y su calidad. El acabado, en general, se define como el aspecto visual y táctil que tiene un elemento constructivo una vez esta finalizado.
Visión y tacto son mucho más intensos por su cercanía en los interiores que en los exteriores. Fallos en aspectos como la homogeneidad de una pintura, la lisura de una superficie, la planeidad de un parámetro, o la linealidad de las juntas entre baldosas, que pueden pasar inadvertidos en un revestimiento de fachada, pasan a ser claramente perceptibles cuando forman parte de un revestimiento interior. Además los elementos constructivos acaban de configurar definitivamente el ambiente del espacio sobre el cual vamos a desarrollar nuestras actividades. Tradicionalmente, en nuestro entorno, se dieron dos tipos de revestimientos: los continuos basados en yeso o la cal que se aplicaban sobre parámetros de paredes y techo, y de pequeños elementos, baldosas o piezas de madera con los que se revestían los suelos. En la actualidad la gama es mucho más amplia y hay que añadir una larga serie de semiproductos y componentes. Con su correspondiente variante, todos los tipos de revestimientos, además de un parámetro sobre el que extenderse, tienen los tres elementos básicos siguientes:
- Un procedimiento de agarre o fijación al parámetro
- Una o varias capas intermedias, y
- Una capa visible al acabado
Las capas intermedias aportan características que ni el parámetro previo ni la capa de acabado son capaces de dar, especialmente las formales, de nivelación en pavimentos y techos, y la de planeidad en todos los casos. También pueden ser capas que refuerzan algunas de las prestaciones del conjunto, tales como las mantas absorbentes que quedan camufladas detrás de un revestimiento textil o incluso la propia cámara de aire. Prácticamente siempre se realizan con materiales amorfos y, en pocos casos semiproductos. La finalidad de las capas de acabado es dar el aspecto final, tanto visual como táctil. Es consecuencia directa de la técnica de puesta en obra y, de ahí, la importancia de su consideración de amorfo o pequeño elemento o componente. Los amorfos dan superficies totalmente continuas y todas las demás, superficies subdivididas por las juntas de sus piezas mas o menos grandes.