Arquitectura en la ilustracion. El sistema arquitectónico del Renacimiento y del Barroco.
Este resumen trata de recoger la principales características del estilo Barroco, en lo que a arquitectura se refiere, centrado principalmente en Italia. Dicho estilo, entendiendo por estilo arquitectónico al conjunto de rasgos estructurales y decorativos característicos de un misma época, supone una ruptura radical del programa arquitectónico anterior. Esto no significa que un determinado estilo, en nuestro caso el Barroco, surja súbitamente, pues el proceso histórico es lento y continuado, y en él se han ido gestando, desarrollando y materializando los diferentes estilos arquitectónicos.
Si se habla de una ruptura radical se hace referencia a nuevos planteamientos muy diferentes de los anteriores pero que, como ya se ha mencionado, son el resultado de una evolución íntimamente ligada a un cambio de mentalidad; y será precisamente este cambio de mentalidad, esta nueva idea subyacente, lo que permite diferenciar los diferentes estilos a la vez que percibir la unidad de cada uno de ellos. En el Barroco será la idea subyacente de desasosiego la que lo configura como unidad. Es evidente que, al igual que ocurre en cualquier dimensión humana, el desarrollo choca con la tradición, y en el caso de la arquitectura, también lo hace con las exigencias prácticas, la naturaleza de los materiales y, sobre todo, con las contradicciones del propio sistema pues ,dado que ningún sistema cumple completamente sus conceptos específicos de interrelación de la diferentes partes, y dado que cada uno tiende a su autoexaltación, dicha exaltación propia acabará agudizando tanto las contradicciones que finalmente el sistema se desmoronará.
Centrándonos ya en el estilo que nos ocupa, hemos de decir que tanto Renacimiento como Barroco tienen un principio común, al menos desde el punto de vista arquitectónico: una nueva organización de los componentes (iniciada en el Renacimiento y llevada a su extremo en el Barroco), diferenciando unos de otros, perteneciendo todos a un mismo cuerpo arquitectónico, frente a la perfecta proporcionalidad vitruviana. Este nuevo ideal compositivo hace que estos dos estilos, a pesar de la utilización de los componentes clásicos, no sean copia de éstos. Sin embargo, existen opiniones dispares al respecto, puesto que mientras muchos historiadores ven a Brunelleschi como el primer gran arquitecto del Renacimiento, otros lo ven como un simple copista de la Antigüedad.
Ya se ha mencionado que el ideal compositivo era la diferenciación de los componentes de un mismo cuerpo; pues bien, ésta será la contradicción principal del sistema, puesto que la desproporción entre partes romperá la unidad del cuerpo. Con objeto de evitar esta contradicción inherente, diferentes autores han propuesto diferentes soluciones para resolver el problema de crear un cuerpo concatenado exaltando sus partes por separado, de hallar un compromiso entre los elementos verticales y horizontales. Algunos intentos para dar con la solución fueron la perforación de los muros, lo que ayuda a la unificación espacial entre interior y exterior (pero rompe la concatenación superficial), el uso de columnas salomónicas, el gran arco de San Andrea que ayuda a unificar la fachada con el cuerpo del edificio (a pesar de destrozar todo el frente) e incluso las cornisas de Santa Maria della Consolazione de Cola da Caprarola, en Todi, las cuales unen fuertemente las diversas partes. Pero quizá sí haya una solución común: configurar el edificio como una «T» invertida, es decir, realzar la planta baja contrastada con la incesante ascensión de los elementos en el centro.
Sin embargo, las contradicciones siguen estando patentes a lo largo de todo el periodo y siguen planteando problemas en la resolución de os espacios tanto de uso civil como religiosos. En el plano religioso, si bien en un principio se halló la solución de perfecto compromiso entre el eje vertical y el horizontal, como es la planta central con una gran cúpula culminando el eje vertical (esquema enormemente empleado en el Renacimiento), dicho esquema no era el mejor para el rito religioso, por lo que fue dando paso hacia el esquema basilical, más alargado. Además, el futuro de las iglesias estaría en el agrupamiento diferenciado de las partes, para poder así reconciliar el compromiso buscado entre horizontalidad y verticalidad con el buen servicio divino; diferenciación que llevará, conforme a la propia evolución de un sistema, a la desintegración. Un ejemplo de esta diferenciación lo constituye Santa Maria della Salute en Venecia, obra de Baldassare Longhena, cuyo espacio principal, de forma octogonal, y su coro son prácticamente independientes. Este fenómeno también se produjo en la arquitectura civil de forma análoga, es decir, se pasó de las casas cuadradas a espacios rectangulares, como la mayor parte de las villas de Palladio.
Un paso más hacia la concatenación que había de estar presente en las obras barrocas lo constituye el hecho de la adaptación de los edificios al entorno, lo que dificulta en mayor grado todavía el conseguir una unidad total entre las partes y de cada una de las partes con el todo, constituyendo así otra de las contradicciones que llevan al desmoronamiento del sistema. La necesidad de plasmar las ansiadas fuerzas vinculantes hizo olvidar en gran medida las propiedades de los materiales que se estaban tratando; así, se empleó la piedra, material rígido, cual materia orgánica blanda y flexible con la representación y utilización en las artes tectónicas del cuerpo humano y las formas animales, pues la materia viva encarna las fuerzas vitales omnipresentes en todas las cosas, tal como se creía en el Barroco. Ante esto comprobamos el choque entre la evolución que supuso el sistema barroco y la naturaleza de los materiales. Una vez se descartó definitivamente la posibilidad de a anhelada unión barroca, las diferentes partes del edificio empiezan a separarse, conforme afirma Cornelius Gurlitt del torreón esquinero de San Carlo alle Quattro Fontane, de Borromini, el cual se halla ya en total desconexión con el cuerpo principal.
También será característica de esta fragmentación la utilización de un pórtico débilmente unido, bastante frecuente hacia 1800. Aunque no sólo el exterior quedará fragmentado, sino también el interior conforme se puede apreciar claramente en una iglesia de Guarini: la Consolata, de Turín (1679). En dicha iglesia, la nave principal, de planta poligonal, el espacio oval del altar en el eje central y las dos capillas circulares que hay a ambos lados, tienen cada uno su propia cúpula.