Para el campo de la luz diurna esto significa en primer lugar una adaptación consecuente de la arquitectura a las necesidades de una iluminación con luz natural.
Así se determina la orientación de edificios y la situación de los distintos espacios interiores en función de la penetración de la luz solar; también las superficies de los espacios se calculan según la posibilidad de una iluminación y una ventilación naturales. Dependiendo de las condiciones lumínicas en diferentes zonas climáticas de la Tierra, se desarrollan distintos tipos básicos de arquitectura de luz diurna. En las regiones más frías, con un cielo normalmente cubierto, se construyen edificios con grandes ventanas dispuestas en lo alto, a través de las cuales pueda penetrar directamente la máxima cantidad posible de luz. Mediante la difusa luz celeste se origina así una iluminación uniforme; la problemática de la luz solar, el sombreado, el deslumbramiento y el calentamiento de espacio se reduce a pocos días de sol, por lo que necesita menor atención. En países con una elevada acción solar, por el contrario, estos problemas se encuentran en primer lugar.
En estos casos dominan los edificios bajos con ventanas pequeñas, dispuestas más hacia abajo, y paredes exteriores muy reflectantes. De este modo, la luz solar prácticamente no penetra directamente en el espacio interior; la iluminación se produce sobre todo a través de la luz reflejada por el entorno del edificio que se derrama por la reflexión y anteriormente ya se ha deshecho de gran parte de su componente infrarrojo.Más allá de la cuestión sobre una iluminación cuantitativamente suficiente, en el trato con la luz diurna también se tienen en cuenta lo aspectos estéticos y de percepción psicológica. Esto, por ejemplo, se demuestra en el tratamiento de los detalles arquitectónicos, que según el tipo de la iluminación se deben configurar de modo diferente, para poder dar un efecto cúbico por el juego entre luz y sombra.
Detalles de columnas, como acanalados, relieves y cornisas, parecen ya, bajo la luz directa del sol, esculturales a poca profundidad; para el mismo efecto en la configuración de detalles arquitectónicos que reciben una iluminación difusa se necesita una profundidad bastante más grande. Así, en los países más meridionales se configuran las fachadas mediante estructuras ligeras en la superficie, mientras que en las latitudes del norte la arquitectura y la formación de los espacios interiores no puede prescindir de las formas más penetrantes e incrustaciones de color para la configuración de las superficies.Pero la luz no sólo sirve para el efecto plástico de cuerpos cúbicos, también es un medio extraordinario para la conducción psicológica de la percepción. Ya en los templos del antiguo Egipto por ejemplo, en el templo de sol de Amun Re en Karnak o en Abu Simbel la luz se presenta en forma de iluminación general uniforme, como medio para la acentuación de lo esencial las columnatas, que se oscurecen progresivamente, permiten al observador la adaptación a una iluminación mínima, de la cual surge la imagen del ídolo iluminado de modo puntual, que da la sensación de algo con una claridad dominante.
Con frecuencia, la construcción arquitectónica tiene adicionalmente un efecto luminoso de reloj astronómico, que sólo se produce en días o estaciones trascendentales; a la salida o la puesta del sol o en los solsticios, respectivamente. Esta capacidad para conseguir una iluminación de luz diurna psicológica y diferenciadamente puntual se va perfeccionando cada vez más en el transcurso de la historia, encontrando su momento culminante en las iglesias de estilo barroco por ejemplo, la iglesia de la Peregrinación en Birnau o la de Wies de Dominikus Zimmermann, que guían la mirada del visitante desde la difusa claridad de la nave principal hacia la zona del altar inundada de luz, bajo cuya luz puntual sobresalen tallas en madera con adornos dorados de modo muy brillante y plástico. Gracias al colaborador Tomas Matias Rodriguez por enviarnos este material para ser publicado.