El “reaganismo” en América del Norte y el “Tatcherismo” en Europa impulsaron de lleno y por todos los medios un asalto neoliberal a los gigantismos estatales vigentes hasta entonces.
De la mano de las teorías elaboradas en Harvard y Chicago, impulsaron como única vía posible el libre mercado, esto es el retiro de la mano protectora del estado sobre los servicios y las empresas productivas que entonces administraba, y las protecciones laborales; instaurando una era de privatizaciones y desregulaciones, y librando casi sin excepción todas las actividades a la competencia del mercado privado, nacional como internacional.
Estas políticas hoy se ensayan en todo el Occidente gerenciadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Este modelo Neoliberal 980/9 reformuló el anterior sistema de postguerra 950/7 fundado en la planificación estatal del crecimiento, con una economía cerrada, estatizadora y prestadora de servicios, protectora de la competencia externa; inmensamente sindicalizada y burocrática.
Las fallas de este modelo estatista fueron, con diversos matices, similares en todo el mundo occidental, aun entre gobiernos de signo socialdemócrata; derivando en inflación, estanflación e hiperinflación, enormes aparatos administrativos junto a la pérdida de objetivos productivos; desfavoreciendo los estándares de vida de la población en casi todos los regímenes, agotando así su razón de ser.
El sociólogo francés Alain Touraine ve los tiempos presentes como un retorno a la ideología capitalista y a la política como su gerenciamiento: “El siglo XX no ha durado más que 75 años, de 1914 a 1989 (caída del Muro de Berlín). Antes de 1914 el mundo estaba dominado todavía por “el imperialismo”; después de 1989 triunfa de nuevo bajo el nombre de globalización un capitalismo internacionalizado y se derrumban en todas partes -a menudo incluso prematuramente- las barreras proteccionistas y planificadoras… Parece, hacia el fin de este siglo o el principio del siglo XXI, que el mundo pasa por un período de control político de la economía a otro período definido, al contrario, por el dominio de la economía sobre la política.”
El calendario invocado por Touraine determina que la hegemonía del capitalismo parte de la estrepitosa caída del sistema comunista en Oriente: la disolución de Rusia como unión de repúblicas (Perestroika), y junto con ella la desgraciada Yugoeslavia, Polonia, Hungría y otras naciones del Este europeo; como también la inmensa China maoísta comienzan a su modo, procesos de desmantelamiento ideológico, tendientes a su transformación en estados con políticas de mercado abiertas al mundo. Asimismo encontramos las economías opulentas y dinámicas de los “Tigres de Asia” y Japón.
La reconversión al liberalismo -bajo variopintas metodologías políticas- de los países latinoamericanos y su vinculación en “bloques comerciales” (o súper estados) productivos y de consumo. Finalmente, con la Unión Europea conformada por el Euro, su moneda común en el 2002, un parlamento económico único (Maastrich) y un “Súper Estado” en el 2004 (Convención de Laeken); queda el liberalismo ortodoxo y su variante socialista de mercado: la “Tercera Vía” europea, como los sistemas dominantes en casi todo el globo. Una movilización planetaria y continua de capitales (que transfieren por día entre países más de U$S 1,5 billones que no corresponden a operaciones reales) constituye el volátil combustible que dinamiza -o paraliza- el desarrollo de las distintas regiones, constituidas en un gigantesco estadio inversionista, estimulando consecuentemente una cultura preeminentemente consumista.
En este contexto globalizado, de tránsitos de capitales multinacionales de gran autonomía especulativa (a diferencia del capitalismo inversor y productivo de la primera mitad del siglo pasado) con influencia decisoria irreversible en todo el mundo, se ha generado una extendida red de nuevas dinámicas de procederes y necesidades donde se posicionó participativamente la Arquitectura genéricamente llamada Postmoderna, contribuyendo por un lado a la definición de estilos e imágenes empresariales y de consumo, y por otro a responder la demanda de usos complementarios al nuevo orden, tales como redes circulatorias vehiculares y terminales aeroportuarias, ferroviarias, hotelería, centros de convenciones, shoppings, multicines, polos temáticos de diversión, etc. Asimismo se consolidan topologías y normativas funcionales para la identificación de servicios en términos de “mass media”.
Es el caso -concerniente a la Arquitectura “de la imagen”- de Las Vegas en EE.UU., EuroDisney en el continente europeo; o de MacDonald’s en Moscú; Planet Hollywood en México; Hard Rock Café en Hong Kong; las cadenas Sheraton, Hilton, por citar sólo unos pocos ejemplos instalados en nuestra memoria. Lo que tímidamente se iniciara en las décadas del 50 y 60, consistente en la “exportación” de tipos edilicios corporativos, ha derivado hoy en la consolidación de un “nomadismo arquitectónico”; dado que la actividad del arquitecto o de un equipo -refiriéndonos especialmente a aquellos profesionales reconocidos como “estrellas” del nuevo orden global- no se limita ya a su área de influencia local. Aún estando su Arquitectura teñida de carácteres fuertemente localistas o regionalistas, hoy no es objetable su ejecución en cualquier lugar del mundo.
Si bien esto no es nuevo, al haberse practicado ya en el siglo XIX (por razones de dominación política, colonización, y consecuente transculturación) y durante la moda del citado International Style, hoy son realizados también como parte de una suerte de “estar al día” entre las comunidades más opulentas del orbe, coleccionando -casi compulsivamente por momentos- creaciones de prestigioso cuño; gestándose así nuevas incumbencias y roles que para la Arquitectura ha reservado la globalización. Ésto, estimulado por el actual predominio de los grandes emprendimientos privados, el hábito de las invitaciones a concursar internacionalmente a aquellos arquitectos estelares; la especialización temática o formalista que ostentan algunos creadores, o por la imposición de “imágenes empresarias” multinacionales e instituciones relacionadas con el marketing global.
En esto -dado la indetenible profusión de hechos arquitectónicos- se produce una crisis de base en el discernimiento ético de lo que es legítimo en la Arquitectura nueva; lo que se nos ofrece como productos, en relación a: modos, tradiciones, contextos físicos, paisajes o simplemente gustos locales o ajenos, del mismo modo que en el área alimenticia, de la indumentaria, los programas para el ocio, etc. Como ejemplo de una legitimidad posible en la intervención edilicia de contextualización, cito la ampliación de la Art Gallery de Londres por Robert Venturi; y como referente de lo ilegítimo en cuanto a la interpretación y rescate contextual de una obra, cito al proyecto norteamericano para el reciclado del ex Mercado de Abasto en Buenos Aires. Gracias a Ana María Gruñón por colaborarnos este artículo para ser publicado en ARQHYS.com.