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Cosas tras las Pirámides de Egipto.
Una sorpresa en el desierto. Su contemplación sobrecoge el animo. Erguidas sobre la arena del desierto, las pirámides de Egipto, esbeltas majestuosas, son algo más que un templo y una tumba.
Ante ellas, y especialmente a la Gran Pirámide, se tiene la impresión de hallarse en presencia de un monumento que guarda en sus secretos.
Esas figuras geométricas perfectas poseen un poder que podemos definir como mágico, pero que en realidad debe ser tan natural como las fuerzas cósmicas que intervinieren en sus efectos.
Los constructores de las pirámides lo sabían, y nosotros debemos intentar saberlo también.
Un paseo por el luminoso horizonte de Jufu. Lo malo de la erosión y los saqueos sufridos a lo largo de los milenios por la Gran Pirámide hacen imposible determinar las medidas exactas, y ni con el más exquisito de los cuidados puede garantizarse un error mínimo de diez centímetros, sobre todo en lo que se refiere a la longitud de los lados de la base y a la altura del monumento, medidas éstas en las que están descansando casi la totalidad de los cálculos piramidológicos.
Misterios Egipcios.
En la década del veinte, la arqueología festejó un éxito: Su gran aporte a las investigaciones egiptológicas producido luego de descubrir en el Valle de los Reyes, la tumba intacta de un ignoto faraón muerto y momificado hacía unos tres mil años.
Pero poco duró la algarabía.
El hallazgo también sumo otros datos que hicieron virar a los científicos hacía el mundo de lo oculto: quien ingresaba a la cámara sepulcral o estaba de algún modo relacionado con las momias, moría misteriosamente.
En los seis años posteriores al descubrimiento, 35 era el número de muertos y hoy, aun con las más sólidas teorías científicas, parece que la maldición de las momias ha ganado la batalla.
Cuando el arqueólogo ingles Howard Carter abrió la cámara sepulcral de Tutankamon a las 5 de la tarde del viernes 17 de febrero de 1923, entre los tributos de oro y las vajillas repletas de semillas que rodeaban el sarcófago, la comitiva de científicos descubrió una poco reluciente estela de barro con una sentencia en caracteres jeroglíficos: «La muerte golpeara a quien perturbe al sueño del faraón».
La maldición del Rey-Dios. Con buen criterio se presume que la mayoría de las tumbas de los reyes dinásticos del antiguo Egipto contenían advertencias de esta naturaleza. Asimismo, se sabe que casi todos los sepulcros se convirtieron en cámaras vacías de momias, estelas, vajillas de semillas y naturalmente, objetos preciosos.
Por esa razón fundamental no se sabrá nunca que terribles consecuencias padecieron los que desoyeron las advertencias de los sumos sacerdotes.
Todo lo que el siglo XX podía conocer en su primera década se basaba en leyendas, en narraciones de boca en boca que contaban los padecimientos de tal o cual saqueador de tumbas, o en maldiciones que acompañaban a un objeto determinado hallado en una cámara funeraria, al lado de una momia.
Efectivamente, las cosas se desarrollaron de esa manera ambigua, hasta esa tarde de viernes en que Carter y su séquito de arqueólogos y funcionarios penetraron en la tumba donde Tutankamon había descansado lejos del mundo de los vivos durante 3.259 años.
Otras piámides importantes.
- Piramide de Zoser
- Piramide Roja
- Piramide de Mayo
- Piramide Acodada
- Leyendas sobre las piramides
- Piramides de barro
- Tipos de piramides
Unos meses antes cuando Carter descubrió el pasillo en cuyo extremo se encontraba el recinto del faraón, los habitantes del desierto se alarmaron.
Por esos días una cobra (animal protector de los sacerdotes egipcios) se había comido al canario de Carter y lo que para el no paso de ser una tristeza, para los herederos de las antiguas civilizaciones del Nilo, era un anuncio de futuras catástrofes.
Unas semanas después del ingreso a la cámara mortuoria, cuando el mundo de la arqueología celebraba el triunfo de uno de los suyos, el ambiente del ocultismo se disponía a comenzar una década tan brillante como el oro de la mascarilla del legendario Rey-dios.
Lord Carnarvon, dandy ingles, amante de la buena vida y las aventuras, socio capitalista de Carter en sus andanzas egipcias, muere en un hospital de El Cairo.
Uno de los primeros en ingresar a la tumba de Tutankamon, fue picado por un mosquito en la cara; se le formo una herida infecciosa; entro en la suerte de coma febril y a los trece días murió para horrorizar a los egipcios que auguraban las maldiciones del faraón.