Actitud Ante el Diseño; Templo o Casa de Campo. Un templo y una casa de campo- la cuestión esencial para el proyectista es la postura a adoptar. El arquitecto debe adoptar una actitud, o una combinación de actitudes, ante las condiciones imperantes.
El proyectista puede sostener su posición de manera consciente o, inconsciente, pero, en cualquier caso, ese funcionamiento afectara a la obra que se lleve a cabo. No existe una sola actitud que pueda dar forma a toda la arquitectura; de ahí la variedad de las obras de arquitectura, que no son sino el reflejo de la diversidad de planteamientos filosóficos de los arquitectos.
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Casas de campo
Hablando en términos generales, la postura que adopte el proyectista puede variar desde la sumisión hasta la dominación, pasando por la simbiosis; el arquitecto puede someterse a las condiciones imperantes, tratar de trabajar en armonía con ellas o intentar dominarlas.
Pero entre esas actitudes extremas, existen muchos y sutiles matices: ignorancia, indiferencia, aceptación, resignación, respuesta, cambio, atenuación, mejora, exageración, explotación, contención, subyugación, control; todos los cuales pueden combinarse de muy diversas maneras al dar respuesta a las diferentes facetas del mundo y su influencia sobre las obras de arquitectura.
En el caso de clima, por ejemplo, puede ocurrir que en un emplazamiento concreto exista un viento dominante, desconocido por el arquitecto, que todos los años sople con una fuerza potencialmente destructiva durante un mes concreto; también cabe la posibilidad de que, aun sabiendo de su existencia, no haga el menor caso; así mismo, es posible que el arquitecto intente mitigarlo, o incluso aprovechar sus efectos para mejorar las condiciones ambientales de los usuarios; o quizás sugiera colocar algún tipo de cortavientos para desviarlo o controlarlo.
Algunas de esas opciones pueden ser negligentes, imprudentes o manifiestamente entupida; otras, sutiles, poéticas, e inteligentes; otras, se situaran en un punto intermedio entre las dos; pero es siempre necesario adoptar una postura, en relación a las diferentes condiciones, según el criterio del proyectista.
La postura revela siempre el carácter de la obra de arquitectura creada, tanto si ha sido adoptara de una manera consciente como inconsciente. Si la actitud adoptada es de una u otra forma en la obre; pero si es de sumisión, la obra así lo manifestara. Las actitudes pueden ser fruto de la personalidad particular del arquitecto, o bien herencia de una cultura; en este ultimo caso, sus obras no manifiestan solo sus actitudes personales, sino las de su cultura o subcultura.
La representación de una postura en una obra de arquitectura también esta abierta a la manipulación: por parte de aquellos que quieren usar la arquitectura como medio de expresión poética; o por quienes quieren usarla como medio de propaganda, o como símbolo de poder nacional, personal, o comercial.
Durante la década de 1930 en Alemania, los arquitectos de tercer Reich pretendieron usar la arquitectura para simbolizar el poder del Reich, recurriendo para ello a un estilo de arquitectura muy concreto (basado en la arquitectura clásica y sus templos) que evocaba una voluntad de control. Análogamente, para sugerir que su política estaba del lado del pueblo, los arquitectos del régimen nazi recurrieron a un estilo popular (basado en la casa de campo) que aparentemente aceptaba y exaltaba las tradiciones nacionales, con profundas raíces en el pasado. En realidad, ni el empleo del tradicional, obedecían a una actitud de aceptación; antes bien, ambos estaban imbuidos de una voluntad de control. La manipulación de las obras de arquitectura para sugerir que emanan de una determinada actitud o postura no siempre va asociada a las oscuras intenciones de propaganda política, sino que también forma parte del potencial poético de la arquitectura.
A este respecto, la otra cara de la propaganda es la idealización romántica; tanto si se trata del romanticismo histórico idílico de la vida rural, la alta tecnología o la armonía etológica, como crearse obras de arquitectura con la deliberada intención de enfatizar las posturas escogidas. Por cínica que pueda parecer la siguiente afirmación, lo cierto es que, en ocasiones, la posición que el aspecto de una obra de arquitectura sugiere, puede no ser la misma que inspiro realmente concepción y ejecución. Pero la acritud de ningún modo es compatible con la condición de arquitecto es la abdicación. Como arquitectos podemos aceptar, reaccionar o cambiar ( la configuración del terreno, por ejemplo ), pero cuando uno renuncia a tomar decisiones, o intenta sugerir que la fuerza impulsora reside en cualquier otro lugar ( en la naturaleza, la nación , la historia, el clima ) en el fondo, ha dejado de ejercer de arquitecto. Ni la naturaleza, la sociedad , la historia, el clima la gravedad o la escala humana determinan la forma que adopta una obra de arquitectura, sino la postura personal del arquitecto hacia estos y el resto de los condicionantes que rodean el proyecto.